“Las 24 horas del día no me alcanzan”. Constanza Garrone reparte su tiempo entre los entrenamientos de tenis de mesa, estudios universitarios, columnas radiales y charlas sobre cuestiones de género y discapacidad. A los 23 años, Constanza se autodenomina “feminista”, confiesa que la motiva dar exposiciones como la que brindó el 17 de junio a través de una jornada virtual organizada por la Comisión de la Mujer de Unión Latinoamericana de Tenis de Mesa.
“Fue sobre cuestiones de género y la discapacidad que se pueden visualizar en el ámbito deportivo. Allí planteé la posibilidad de generar acciones que favorezcan la inclusión sin tener que esperar que el cambio siempre venga de afuera”, explicó.
También en época de pandemia, donde las buenas noticias escasean, Constanza Garrone recibió una que esperaba desde abril. Fue cuando su entrenadora Alejandra Gabaglio la llamó y le confirmó su plaza para los Juegos Paralímpicos de Tokio. “Fue una mezcla de alegría por el objetivo alcanzado mezclada con la tristeza por no poder abrazar a mis seres queridos”, admitió.
La clasificación a Tokio se consumó el martes 30 de junio, pero Constanza (Clase 2) la percibió de antemano. Fue cuando hilvanó una serie de valiosos triunfos –algunos sorprendentes- que impulsaron su sueño. Como el que consiguió ante la mexicana Sigala López (Clase 3): 3-0 en los Juegos Parapanamericanos de Lima. Allí, en Perú, alzó la medalla de bronce en equipos. Toda una señal.
“Esa victoria me planteó un nuevo escenario. Me di cuenta que mi rendimiento, más el trabajo y la estrategia que habíamos adoptado daban resultados”, aseguró. “Es por acá. Este es el camino”, se dijo.
Esa sensación de triunfalismo aumentó cuando superó a la cubana Silva Zamora Yanelisen la Copa Tango, donde se subió a lo más alto del podio. “Apunté a ganarle a rivales de categorías superiores. Estaba muy asentada en el juego”. Fue así que en Costa Rica dio el gran golpe y venció a la sueca Ahlquist Anna, número uno del mundo de la Clase 3. “Sentí un estallido de emociones”, describió.
Esa victoria le permitió soñar realmente con Tokio. “Ascendí en el ranking y me posicioné en el último lugar de la lista para clasificar”, indicó. De todos modos, faltaba un largo recorrido. Había que seguir trabajando y sumando puntos.
Especialmente porque la francesa Florence Gossiaux Sireau le planteó batalla hasta el final. Entonces, hubo más partidos y, también más incertidumbre. Constanza, entonces, tomó una decisión clave: en marzo viajó a España y sumó los puntos necesarios. Final feliz: la distancia se mantuvo y la plaza fue para ella.
Con la clasificación en la mano, aunque no de manera oficial, llegó la pandemia y hubo que reacomodarse. “En casa tengo una mesa pero es muy difícil que la pueda usar porque no tengo el espacio correspondiente. Solo la puedo utilizar en el patio y dependo del clima”, contó. “Solo puedo practicar saque; no tengo en casa nadie con quien pelotear o que pueda tirarme la pelota para que pueda entrenar lo que normalmente entrenaría”, indicó.
Ya con la clasificación en la mano, Constanza Garrone enfoca su cabeza en otros objetivos: cursa las materias de psicología –está en tercer año-, y comenzó a dar charlas para entender el deporte de una manera inclusiva teniendo en cuenta la problemática de la discapacidad y la del género. “Empecé con mis redes sociales y material propio con un video sobre la Mamushka, a la cual remito siempre cuando hablo porque explica de manera estructural cómo funciona la discriminación”, especificó.
A los 23 años, la vida de Constanza es una montaña rusa de vivencias. Y, está claro, ella no piensa detenerse.