Hace ocho años, Francisco Albarracín comenzó su recorrido en el judo paralímpico. “Me contacté con el entrenador Guillermo Traba a través de Facebook, le conté de mi situación. Entonces él se comunicó con mi Sensei para explicarle como trabajar conmigo a la distancia”. Y así, desde Tucumán, inició su camino.
Pero ese camino fue apenas la punta del iceberg para marcar una huella. Francisco Albarracín comprendió que desde adentro del deporte podía colaborar. “Soy presidente de la Fundación Argentina de Retinosis Pigmentaria y aprovecha cada curso, cada viaje para brindar apoyo y acercar gente al judo paralímpico”, dice este hombre de 43 años.
¿De qué manera colabora? “Ofrezco información, contención y esperanza. El judo es un deporte maravillo que te que te da herramientas para utilizarlas en la vida. Es esfuerzo y dedicación”, explica.
Francisco Albarracín lleva el deporte en la piel. Practicó rugby desde niño, pero tuvo que dejarlo porque los entrenamientos eran por la noche y se le dificultaba la visión. “Tengo retinosis pigmentaria que es una enfermedad degenerativa en la que se te va cerrando el campo visual hasta ver cómo en un cañón de escopeta. Yo tengo a la inversa: es decir que mi punto ciego arranca desde la vista central hacia la periferia”, agrega.
Así, desde su doble función, Albarracín tiene su lema. El de difundir el judo paralímpico y acercar más personas ciegas o con baja visión a practicarlo. También lo hace cuando viaja por el mundo con la Fundación. Y así, entre el tatami y las conferencias, ofrece su ayuda y enseña el camino.