En 2018 y a través de una invitación por Facebook, Florencia Massenzana sintió que su vida podía cambiar: “¿Por qué no venís a jugar al fútbol para ciegos?”. Esa propuesta retumbó y dio vueltas en su cabeza. Casi sin querer, el destino le ofrecía la oportunidad que siempre había soñado.
“Fui al Instituto Rosell para ver de qué se trataba y me ofrecieron jugar. No llevé la ropa adecuada, estaba preparando un examen y no pude hacerlo, pero me comprometí a volver. Y cumplí. Desde entonces, no falté nunca y me saqué la espina porque soy muy, pero muy futbolera”, dice Floppy, que fue madre de Sabrina hace casi cuatro meses.
Desde que comenzó a jugar al fútbol, su vida cambió. Tuvo que adaptar su rutina para alcanzar a ser lo que hoy es: una de las titulares de Las Murciélagas. “El fútbol es mi cable a tierra. Cuando entro a la cancha dejo los problemas del otro lado de la valla. Me regalo ese espacio para quedar liviana de cuerpo y mente. Es dejar el bastón por un rato, es liberador y me representa libertad”, explica la defensora del seleccionado nacional.
Su pasión por el fútbol, que heredó de su padre fanático de Chacarita, le permitió representar a la Argentina y ser campeona del mundo en Birmingham 2023. “Es algo inexplicable y escuchar el himno es increíble. Nunca pude cantarlo porque cuando lo escucho se me hace un nudo en la garganta”, dice Florencia, que nació con disminución visual y fue perdiendo la vista con el correr de los años.
Ahora se viene el Mundial de India, donde Argentina revalidará su título. Y para el que Florencia se preparó de manera muy especial. “Cuando quedé embarazada le quemé la cabeza al cuerpo técnico porque quería tener un parto natural y con los recaudos correspondientes, pero también seguir entrenando con la Selección. Por suerte todos me acompañaron y respetaron. Y a los tres meses ya me estaba preparando para el Mundial”, confiesa Florencia.
Antes, claro, tuvo que acomodar su vida universitaria para poder estar con el seleccionado nacional. Estudió psicología en la Facultad de San Isidro, donde obtuvo los mejores promedios y pudo obtener becas que le hicieron un guiño a su bolsillo. “Fue un orgullo porque sabía que a mis padres les iba a costar pagar la cuota”, cuenta. “Cuando fui a consultar por las becas me advirtieron que iba a ser difícil… Y eso me motivó más. Nunca la tuve fácil, pero nunca me rendí. Si me dicen que no voy a poder, me pongo en la cabeza que sí, que lo voy a lograr”, explica Florencia, que se recibió en 2015.
Carismática, inteligente y decidida. Adentro y afuera de la cancha. Defiende sus valores de la misma manera que defiende en la Selección. Así, entonces, va tachando objetivos al pie de la letra. Y los cumplió todos.