Marcos Wright hace un alto en su vida cotidiana y atiende el teléfono. Con su voz simpática y esa sonrisa que lo acompaña día a día, regala un "hola". Tiene 11 años y, se nota, disfruta ese papel de entrevistado. Escucha atentamente, responde y se ríe. En ese ida y vuelta, se emociona. Su historia, también.
Marcos es hipoacúsico y, dicen quienes lo conocen, un muy buen jugador de rugby en la categoría M12 de CUBA. Los sábados se entrena y juega los partidos. "A veces lo hago como wing y meto tries. Pero lo mejor es que me encuentro con amigos, me divierto", dice este niño que hace un par de años entró a la cancha de la mano del capitán de CUBA en un partido ante SIC.
"El deporte, en este caso el rugby, fue fundamental en la vida de Marcos. Desde que se integró su vida cambió rotundamente. Pasó de estar desolado a la felicidad", relata Mariana, su madre. "Cuando era chico miraba los partidos desde el borde de la cancha. El quería jugar, pero yo no me animaba. Finalmente, dimos el paso adelante, y fue una sabia decisión", agrega.
El implante lo tiene desde los cuatro años. "Es muy caro y sofisticado. Usa un casco para proteger el implante coclear que combina un procesador de audio externo y uno que se le colocó bajo la piel. Para jugar se tiene que sacar la parte que está por fuera y, al desconectarse, Marcos tiene que hacer uso de otras habilidades para entender y comunicarse. Los entrenadores y sus compañeros hacen un gran aporte, y el club nos apoyó siempre. Vamos a estar eternamente agradecidos", dice Mariana.
Cada paso adelante, cada avance, fue un gran mérito de la familia. De mamá y papá Agustín. Pero también de sus cinco hermanos: Angeles y Agustín (13 años), Matías (9), Juan (6) y Jaime (2). "Ellos fueron importantes porque lo acompañaron y le respetaron sus tiempos. Y lo alentaron en cada progreso", dice, emocionada, la madre. Un verdadero logro en equipo. Una gran jugada de los Wright. El mejor try de Marcos.
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