Marcelo Landau recorre el estadio de Los Murciélagos en el CeNARD y sonríe. Sonríe y aplaude cada movimiento de los jugadores del seleccionado argentino. Está feliz y no lo disimula. “Me siento en casa, cómodo y aprendo. Cada día aprendo algo”, dice este argentino de 64 años que vive en Miami, donde creó una escuelita de fútbol para ciegos y disminuidos visuales.
En cada viaje que hace a la Argentina, Marcelo se lleva una enseñanza que, seguramente, aplicará en los Estados Unidos. “Hay mucha diferencia de nivel. En Miami empezamos a fines de 2018 y luego sucedió lo de la pandemia, que nos frenó. Pero el nivel es básico, inicial”, explica.
Las barreras, sin embargo, no lo frenan. Al contrario. Le dan fuerza y lo motivan. Los largos viajes que tiene que hacer, de hasta dos horas de ida, le agregan una adrenalina especial. “Empecé con los chicos hace tres años, después de haber tenido un infarto óptico. En lugar de quedarme y maldecir decidí volcar mi experiencia en los chicos. Ya son 25 años con esta vocación. Me encanta ver los progresos”, indica este profesor de Educación Física.
Las clases de fútbol son libres y gratuitas. La motivación, para Marcelo, es vital. Fue en una charla que tuvo con chicos ciegos cuando se decidió a dar ese paso. “Acá hay muy poca actividad física para ellos. Fue entonces que se me ocurrió crear la escuela con un deporte que amo, como el fútbol”.
Pero Marcelo Landau no solo trabaja con ciegos y disminuidos visuales. También lo hace con personas con síndrome de Down, con los que hace diferentes disciplinas. “Hacemos fútbol, básquet, tenis y softbol. Quiero que hagan actividad física, que salgan de sus hogares. Enseñarles a ellos y a su entorno que puede superar las dificultades”, dice este argentino que vive en Miami desde hace 28 años.