Las lágrimas de Gustavo Fernández lo dicen todo. El cordobés de Río Tercero, que desde hace una semana es Nº 1 del mundo, no pudo (y por muy poco) llevarse el Grand Slam de Wimbledon. Perdió ante el sueco Stefan Olsson por 7-5, 3-6 y 7-5.
El primer set se le escapó por nada. Estuvo arriba 5-3 pero el sueco, a fuerza de saques y una derecha muy potente, lo pudo dar vuelta. Pero una de las grandes fortalezas de Gustavo Fernández está en su mentalidad ganadora y la gran capacidad que tiene para enfrentar momentos adversos. Y así lo hizo hasta el final.
El segundo set fue parejo hasta el 6to. game. Ahí Gustavo logró ponerse 4-3 y, a diferencia de lo que le había pasado en el set anterior, no lo dejó escapar y se impuso 6-3, para no dejar dudas. Ni para él. Y en un claro mensaje para su rival. Estaba de vuelta en el partido y decidido a ir por todo.
En el último y decisivo set, Gustavo llegó a estar 3-1 y, cuando parecía que podía escaparse, el sueco le quebró el saque con un potente 40-0 y volvió al partido con mucha fuerza. Pero Gustavo se la cobró muy rápido y le quebró al punto siguiente. Sin embargo, cómo en el primer set, no logró cerrar el partido. El cordobés estuvo 5-4 pero no lo definió. Ahí el sueco volvió a la carga como en la primera parte del partido y, después de ponerse 5-5, se llevó el último y definitivo set por 7-5.
Pero más allá de derrota. La actuación de Gustavo Fernández fue brillante. Después de un 2017 excelente, llegó al puesto número 1 del mundo y a otra final en un torneo de Grand Slam. Esta vez no puedo ser. Se quedó con toda la bronca. Pero Gustavo tiene muchos más motivos para festejar este momento histórico que, gracias a él y todo su equipo, vive el tenis argentino.